Algunos films vi tantas veces que logré aprenderlos de memoria. Hasta el hartazgo.
La historia sin fin (Neverending Story, 1990) y La historia sin fin ll (Neverending Story ll, 1994) eran como una radiografía de mis sueños. Yo quería encontrar el libro que me llevara al mundo paralelo, viajar en un perro mecánico sobre un fondo falso o andar a caballo con el indio Atreyu gritando su nombre al viento como un retrasado. Claro que lo más parecido que tuve fue armar una fortaleza con los almohadones del sillón y quedarme encerrado ahí tardes completas, algo es algo pensaba para conformarme.
Las tardes de sábado en canal trece. Cine Shampoo se hacía llamar. Venía después de Cuentos Asombrosos, ese genial programa de media hora con historias espectaculares, casi tanto como Cuentos de la Cripta (Tales from the Cript) pero faltando medio peso para llegar. Tardes junto a Tom Hanks y su cara de boludo eterna, mucho antes de que se convirtiera en un sidoso lastimoso o de un lento adorable. Quisiera ser grande (Big, 1988), Hogar dulce Hogar (The Money Pit,1986), S.O.S. Vecinos ataque (The Burbs,1989) y la mejor, la mejor sin duda: Despedida de Soltero (Bachelor Party,1984), aunque creo equivocarme acá porque esta película la daban los sábados a la noche, por el culo que se veía y el burro merquero muerto en el ascensor. Antológica la escena donde el cuadrúpedo aspira toda la droga de la mesa, además la peli se volvió un icono popular. Todo el que estaba por hacer una fiesta decía: Hay que hacer una como la de despedida, con burro y todo.
Una que estuvo bien fue Robocop (1987), el poli robotizado con vestigios de sentimientos humanos. Era boludo hasta en los circuitos pero su deseo de venganza estaba piola. Viva el gatillo fácil.
Robocop 2 (1990) estuvo mejor con el robot malo drogadicto y un nene que manejaba la mafia. Robocop no lo mata al final, se muere por justicia poética asesinado por su súbdito robot jala pala. Para una remake de Robocop deberían tener a Harvey Keitel dirigido por Abel Ferrara, como en Un maldito policía (Bad litterman, 1992). Imaginen al Keitel pasado de merca con circuitos robóticos colgándole del cuello mientras obliga a las minitas en el coche que le hagan caras de putas y él se pajea con un enchufe en su entrepierna. Nada mal. Yo pagaría por ver eso. Estaría mucho mejor que esa patética tercera parte donde el poli robot se consigue unas alas para volar por la ciudad y matar mendigos sublevados. Terrible.
Gremlins l y ll (1984, 1990) fueron estupideces abismales que vi varias veces y siempre me gustaron. Salvo cuando choqué con la primera hace un año nada más y la volví a ver. Cagué toda la emoción al notar lo aborrecible y mal hechos que estaban los muñecos. Pero en su momento funcionaban, en especial la segunda parte al final cuando todos los bichos se reúnen en el salón del edificio tomado y tienen una partuza mientras el intelectual canta “New York, New York”. Guismo Caca.
Macaulin Culkin en Mi pobre angelito (Home alone, 1990) se lleva los premios, el pendejo era un hijo de puta tan tierno y adorable que se volvió un icono mundial. Y hay que admitir que es graciosa, o al menos no aburrida. Aparte está Joe Pesci, y cuando él está la entrada valió la pena sin importar que se vea.
Cuando vi la segunda parte, Mi pobre angelito ll, perdido en Nueva York (Home alone ll - Lost in New York, 1994) fue en un cine continuado junto a Locos del aire (Hot Shots!, 1993), esa con Charlie Sheen antes de pasearse en pantalones cortos, mocasines y medias blancas hasta las pantorrillas por todos lados. Lo único que recuerdo de esa película era cuando usaban una gallina como flecha, la cámara la seguía mientras volaba y podías ver la cara de desesperación del ave hasta que se estrellaba en el pecho de un maloso empleado de Saddam Hussein.
Todo ese humor me servía para hacer del absurdo un estilo de vida, pero algo quedaba en el tintero. Era el insulto puro y sin sentido que aún no encontraba. John Waters llegaría unos años después.
Highlander (1986) fue otro caso similar, aunque Chistopher Lambert me provocó gonorrea la película en sí está genial. Espadas, inmortales, Sean Connery, decapitaciones. De a poco armaba en mi cabeza el rompecabezas perfecto.
Para mitad de los noventa ya llevaba una larga lista de películas en mi haber, y como estamos en confianza, también de traumas.
Mi papá terminó por desaparecer en una nube cósmica de gases. Algunos me dicen que murió de cáncer, pero para mi es más divertido creerlo así. Sea como sea se convirtió en aire. Mi mamá, nueva viuda, se recuperó de sus crisis existenciales de ama de casa aburguesada y se convirtió en la más puta del barrio.
Y mi VCR estaba en su mejor momento. Aparece de casualidad frente a mi Dick Tracy (1990) y la misma peluca que se me volaba años atrás directamente estalló.
Warren Beauty paseándose con su impermeable amarillo por los mejores sets armados de la década es sublime. Al Pacino y la exageración hecha arte, Maddona en el único papel que no provocaba muerte súbita al verla. Y los colores, fue mi primer droga alucinógena sin duda.
El día que probé la droga de verdad pensé que si deliraba un mundo como aquél me convertiría en adicto en ese mismo momento. Sí me convertí en adicto, pero por otras razones y de otras drogas.
Como mi vieja traía un tipo diferente cada noche el VCR pasó a mi habitación. Listo, ahora podía convertirme en ermitaño y cumplir con mi primer meta en la vida, no pasó claramente pero si me dio la oportunidad de meterme lentamente en un submundo prohibido.
Por esos años pasan en la tele, seguramente en Telefé, Terminator (The Terminador,1984). No recuerdo si es así como lo creo pero estoy casi seguro que fue la primera vez que veía tanta violencia absurda junta.
El Arnoldo junto a Silvester Stallone con Rambo (First Blood, 1982) y Rocky (1976) calaron hondo en mi inconsciente, no se convirtieron en mis héroes ni nada por el estilo, fue la revelación de la lucha sexista su mayor logro en mi persona.
Estos machos anabolizados con falencias de inteligencia eran brutos, animales, asesinos sádicos. El Vengador del futuro (Total Recall, 1990) y las secuelas de Rambo y Rocky completaron la ecuación. Después vi Harrison Ford con su Indiana Jones en Los cazadores del arca perdida (Raiders of the lost ark, 1981) y Bruce Willis en las dos primeras partes de Duro de Matar (Die Hard, 1988) y no me quedaban dudas al respecto.
La mente de un hombre puede ser tan fácil y previsible en la ficción como en la más cruda realidad.
Mi viejo, el Arnoldo, el Silvester, Jean Claude Van Damme, Harrison, Warren , el Bruce, etc. Todos y cada uno de ellos hicieron darme cuenta donde estaba, en un mundo machista dominado por la incoherencia de las hormonas.
El hombre es eso, responde a su instinto y no a su capacidad de lógica. El mundo es eso, responde a su violencia nata y no a su inteligencia lograda.
Las películas se convertían en la perfecta radiografía de una sociedad patriarcal. En la Argentina en particular viví esa realidad a cada momento, recuerden Grande Pa! sino y atrévanse a negarlo. La única figura femenina en el poder era María Julia, las figuras televisivas eran… las mismas que ahora, joder! Mirta, Susana y la mar en coche son el ejemplo de la mujer que aceptaba ser patética, relegada a la función de mujer y no de ser humano.
Machos sobraban, hombres faltaban.
Los muñecos de los Gremlin son la gloria misma... Y no intentes meterte con Guizmo porque terminarás ganandote un feroz enemigo my friend...
ResponderEliminar"El absurdo como estilo de vida"...
Ha logrado lindo viaje...
Un abrazo enorme.
[y viva Falcor, el fuckin' dragón pasado de merca]